Doblepensar

“El que controla el pasado –decía el slogan del Partido-, controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado.” Y, sin embargo, el pasado, alterable por su misma naturaleza, nunca había sido alterado. Todo lo que ahora era verdad, había sido verdad eternamente y lo seguiría siendo. Era muy sencillo. Lo único que se necesitaba era una interminable serie de victorias que cada persona debía lograr sobre su propia memoria. A esto le llamaban “control de la realidad”. Pero en neolengua había una palabra especial para ello: doblepensar.
Saber y no saber, hallarse conciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas.

Es cierto que en 1984 el doblepensar aparece como una de las terribles estrategias del Partido para mantener la sumisión de sus miembros; sólo un sujeto bien entrenado en esta práctica podría aceptar el control de la realidad como algo absolutamente natural. Ahora bien, ¿qué pasaría si se aplicara de otra manera el doblepensar? Como toda genialidad humana, el más asombroso y benéfico de los fines puede tener su contrapartida catastrófica, y viceversa (piénsese, por ejemplo, en la energía nuclear). Dejando ya de lado el Estado totalitario de Orwell, puramente utópico (o distópico), creo que el doblepensar podría llegar a ser una práctica eficiente a la hora de pensar la realidad. Sabemos que la base del sistema es la oposición; una cosa sólo tiene existencia dentro de sus límites en tanto se diferencie de su antónima. Sin embargo, la realidad no es un sistema; el sistema es sólo una estructura mental que el ser humano aplica para inteligir esa realidad aparentemente inaprehensible de otro modo. En la realidad, los opuestos, pretendidamente irreconciliables, coexisten armónicamente. Tenemos día y tenemos noche, pero también alba y crepúsculo.
En el crepúsculo de la mente es donde se sitúa el doblepensar. Comprender la moralidad y simultánea amoralidad de un acto; experimentar el placer y el dolor como emociones hermanas; entender los distintos sistemas políticos no desde su oposición, sino desde su complementariedad. Quizás suene un poco relativista, pero en ningún momento hago referencia a la toma de postura. Sólo planteo que, ya que no nos es posible inteligir la realidad por completo, al menos se intente abarcar con la mente pequeños segmentos de totalidad.La realidad es una y las ficciones miles. Pero una ficción en la que todo es homogéneo no es más que una nube de nada destinada a desintegrarse.
Yo elijo la Ficción.
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